Cuando el sol se oculta pero el calor no se va, comienza una batalla silenciosa en nuestras habitaciones. El golpe de calor nocturno no solo provoca sudoración excesiva, sino que puede interrumpir el descanso, provocar dolor de cabeza, náuseas y dejarte sin fuerzas al día siguiente. Es como si el calor, disfrazado de enemigo invisible, se metiera bajo las sábanas. Pero no todo está perdido. Hay trucos, hábitos y cambios simples que pueden convertirse en tus aliados para vencerlo.
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¿Tu cuarto es una trampa térmica?
Las paredes almacenan calor, especialmente si tu casa recibe sol durante todo el día. Ventila tu habitación antes del anochecer: abre puertas y ventanas entre las 6 y 8 p.m., cuando la temperatura comienza a bajar. Si puedes, coloca ventiladores cruzados, apuntando uno hacia la ventana para que saque el aire caliente. Además, cierra cortinas gruesas durante el día para bloquear el sol directo.
¿Qué telas y colores te están haciendo sudar?
Tu ropa y tu cama pueden ser parte del problema. Usa pijamas de algodón o lino, materiales ligeros y transpirables. Evita las telas sintéticas. Y sí, el color también importa: las sábanas claras reflejan el calor, mientras que las oscuras lo absorben. Cambia también tu colchón por uno de espuma fría o coloca una toalla húmeda sobre la almohada: refrescarás tu cabeza, el primer punto que sufre.
¿Lo que cenas podría estar “encendiendo” tu cuerpo?
Evita comidas calientes o pesadas en la noche. Opta por cenas ligeras, frutas frescas y mucha hidratación. Un vaso de agua fría antes de dormir regula la temperatura interna. Y si el calor es extremo, mójate los pies o muñecas antes de acostarte: el cuerpo lo sentirá como una ducha completa.
Dormir sin sobresaltos sí es posible. Solo necesitas armarte con estos trucos y dejar que el fresco —por fin— te abrace.
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