Adriana tenía 28 años y una lista larga de ex parejas con algo en común: ninguna estaba emocionalmente disponible. Uno estaba casado, otro no quería compromisos y el último simplemente decía “no estoy listo para algo serio”. Cada relación la dejaba más vacía, pero también más convencida de que algo en ella estaba roto. Lo que Mariana no sabía es que no estaba buscando amor… sino familiaridad.
Te podría interesar: ¿Sabías que el amor puede enfermarte? La ciencia detrás del enamoramiento
¿De dónde nace esta atracción por lo inalcanzable?
La respuesta suele estar en la infancia. Crecer con figuras paternas ausentes, frías o impredecibles nos enseña que el amor se gana, se persigue, se sufre. Entonces, cuando conocemos a alguien que nos da migajas de afecto, lo sentimos como “hogar”. No importa que duela: el dolor nos resulta conocido, casi cómodo.
¿Y si el problema no es falta de suerte, sino una herida no sanada?
Muchas veces decimos “todos los buenos ya están tomados” o “no hay gente seria”. Pero la verdad es que nos saboteamos eligiendo amores imposibles. ¿Por qué? Porque enfrentar un amor real, mutuo, implica mostrarnos vulnerables. Y eso, para muchos, da más miedo que estar solos.
¿Se puede cambiar este patrón?
Sí, pero implica un trabajo profundo. Comienza con reconocer que merecemos amor recíproco y presente. Buscar terapia, revisar nuestras creencias y atrevernos a romper con lo que siempre hemos repetido. Solo entonces dejaremos de correr detrás del amor que huye… para comenzar a recibir el que se queda.
Te podría interesar: ¿Eres feliz con tu pareja? Este porcentaje de mexicanos no es feliz viviendo con su pareja