Carlos solía tener un grupo de amigos con los que salía cada fin de semana. Con ellos reía, se desahogaba, compartía lo bueno y lo malo. Hoy, su celular apenas suena. No hubo una pelea dramática ni traiciones. Solo silencio. Y aunque se pregunta qué pasó, no encuentra respuesta clara. “¿Será que todos cambiaron o fui yo el que cambió demasiado?”, se pregunta. Según la psicóloga clínica Marisa Franco, quedarse sin amigos no es tan raro como parece, pero tampoco es casualidad. Hay patrones, actitudes y heridas no resueltas que, si no se atienden, pueden empujar a otros fuera de nuestra vida sin que lo notemos.
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¿La independencia emocional te está jugando en contra?
Muchos adultos se enorgullecen de “no necesitar a nadie”. Pero según la especialista, la autosuficiencia extrema puede hacerte parecer frío, distante o inaccesible. Las amistades necesitan espacio para crecer, pero también calor para mantenerse.
¿Esperas que los demás siempre den el primer paso?
La amistad es un juego de dos. Si estás esperando que “te busquen”, sin tomar tú la iniciativa, puedes parecer desinteresado o incluso soberbio. Con el tiempo, los amigos pueden cansarse de ser los únicos que intentan.
¿Te victimizas o criticas demasiado?
Las personas que siempre están en modo queja, o que señalan los errores de los demás sin mirarse a sí mismas, terminan drenando emocionalmente a su círculo cercano. Nadie quiere salir con alguien que lo hace sentir peor.
¿Te cerraste al cambio?
La vida cambia, y las amistades también. Aferrarse a cómo “eran las cosas antes” impide adaptarse a nuevas dinámicas. La amistad requiere evolución, no estancamiento.
A veces no es que los demás se hayan ido… es que, sin querer, los fuimos empujando.
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